María Pina Cirillo
El Tercer Cristo Giustiniani y su impacto en el arte
Creado por Pablo Damián Cristi y tallado en un magnífico bloque de mármol de Carrara elegido personalmente por él, el tercer Cristo Giustiniani expresa una intensa filosofía de identidad cultural de la humanidad, que enfatiza una fuerte conexión tanto con el pasado como con el futuro, pero sobre todo con el presente.
La obra, que completa la trilogía que incluye las dos esculturas anteriores de Giustiniani Christ Portacroce, ambas obras en estilo miguelangelesco que no fueron completadas por él por diversas razones, evoca la lucha de Pablo con el mármol, un material de gran encanto y carácter vigoroso, capaz de influir de manera significativa en la creación final, que solo el dominio del escultor puede controlar. Pero también narra su búsqueda ininterrumpida del significado de lo eterno y lo humano, ambos plenamente representados por la actualidad y la profundidad del mensaje que expresa las ansiedades y dolores, pero también las esperanzas, de nuestra vida cotidiana.
Presente en cada momento de la existencia del artista, también debido al apellido pesado que lleva, capaz de modificar la forma en que percibe el mundo, empujándolo a revisar cada concepto, cada posibilidad, el Cristo, sin duda la obra de toda la vida del escultor argentino, comunica a los espectadores la esencia de un compromiso hecho de inspiración, creatividad y pensamiento, pero también de trabajo y cincel, de martillo y sudor. Y es esto lo que le permite ofrecernos esta creación que fascina a los espectadores, dirigida no solo a interiorizar la fuerza primordial que emana y captar su significado más real, sino también extasiada por el material que se vuelve palpable, por el aura de misterio que emana de él, por el doloroso sentido de la existencia manifestado a través de una gestualidad de drama sobrio, sin excesos, ajeno a cualquier clamor expresivo.
Con el objetivo de superar la despersonalización histórico-cultural de nuestro tiempo, presenta no solo, y no tanto, la figura de Dios hecho hombre que toma nuestra cruz, sino también al Hombre-Dios que nos guía para no rendirnos, sino para luchar con valentía y vivir con fuerza y dignidad.
Esta es la respuesta de Cristi a un arte y una época cada vez más desafortunados, dominados por el "aquí y ahora" que hace que el hombre ligado solo a lo finito sea más frágil. Es una elección artística de un valor comunicativo increíble que lo ha llevado a un crecimiento espiritual ilimitado, a la búsqueda continua de lo inmaterial, lo invisible, capaz de dar forma a la materia e infundir vida interior real en el mármol, una carga emocional cautivadora, capaz de captar al máximo la herencia de los grandes, de convertir la historia artístico-cultural del hombre en una fuerza propulsora.
Gracias a una vena creativa evocadora y la habilidad para traducir ideas en acciones, el escultor logra hacer vibrar las fibras más íntimas del alma humana: se adentra en el silencio de la materia, evoca la calma que se convierte en mármol y hace suyos el espacio infinito y el lento paso del tiempo, el poder secreto de la oscuridad y el brillo de la luz, la fuerza jubilosa de la naturaleza y el misterio inalcanzable de lo arcano. Y en el mismo momento en que da forma al bloque de mármol, también se moldea a sí mismo porque "cada golpe, cada eliminación tiene un significado, y cada significado está arraigado en la más profunda autenticidad. Así como yo quito y moldeo el mármol, él hace lo mismo con mi alma".
Ante el desafío que el artista, exegeta e intérprete de una visión más amplia del mundo contemporáneo, no puede ni quiere rechazar, respaldado por una importante relación con el gran Miguel Ángel, su verdadero maestro e inspirador, cuyo non-finito aprecia especialmente, Cristi alcanza una gran profundidad de valores. Traduciendo, en una creación rica en patetismo, pero sobre todo en ética, la aspiración eterna del hombre, la investigación incesante y desafiante de las raíces de la existencia, su intuición de lo que une cada presupuesto material, cada material primordial a su esencia primordial, abraza la inescrutabilidad que impregna la existencia misma, perdiéndose ante la grandeza del sentimiento humano y la inmensidad e incomprensibilidad de Dios.
Como todo verdadero maestro, Cristi no se conforma con esbozar, cincelar y esculpir, sino que busca la forma oculta en el material aún no trabajado, y luego la extrae con la ayuda solo de las herramientas utilizadas por aquellos que, en épocas pasadas, nos han brindado un arte que no es solo un estímulo creativo y un impulso inventivo, sino también precisión, diligencia, esfuerzo mental y físico.
Capaz de adentrarse, gracias a su talento refinado y maestría ejecutiva, en el inconsciente colectivo, en los arquetipos más ocultos, hace que su obra sea única al infundirla de vida y destilarla de cualquier elemento puramente decorativo y accesorio, otorgándole una notable capacidad catártica que la convierte en un microcosmos que revisa los eventos nodales del vasto universo para extraer los conceptos básicos y manifestar la tensión incesante del hombre hacia lo infinito y lo eterno.